Cartas desde el infierno
Carta
a María
Esta carta fue escrita por el gallego Ramón Sampedro
en un libro cuyo título es “ Cartas desde el
infierno”. La obra que recopila sus experiencias, tormentas y su voluntad
de morir se publicó en 1996.
El hombre tenía gran avidez por la libertad, por eso
se embarcó muy joven todavía en un mercante como mecánico lo que le permitió recorrer
el mundo. A los veinticinco años se tiró al agua desde una roca por un día de marea
baja y se rompió la séptima cervical. Quedó
tetrapléjico. La tetraplejia lo mantuvo paralizado
del cuello para abajo y le impidió que hiciera por sí mismo las cosas más
sencillas. Por supuesto quedó postrado en la cama luchando durante unos
veintinueve años por el derecho a la eutanasia. Tuvo que acudir a la vía
judicial pero no ganó su proceso que duró unos cinco años. Y fue con la ayuda
de unos amigos suyos ( once amigos en total ) cuando acabó
por quitarse la vida el 12 de enero de 1998 tomando cianuro frente a una cámara
de video.
Claro desencadenó su caso gran debate en España ya
que fue el primer español en reclamar el derecho a la eutanasia.
El hecho fue que se carteó con muchas personas
conmovidas por la tragedia y sobre todo por su lucha. Mayoritariamente las
cartas procedían de gente totalmente desconocida.
Este escrito es precisamente un ejemplar del famoso
carteo y es una respuesta por parte de Ramón a una carta que le dirigió una
estudiante llamada María.
El tema de la epístola abarca el derecho a morir con
dignidad y son tres las partes. Primero, Ramón confiesa los sentimientos suyos
frente a la vida. Después evidencia lo diario de su vida. Por fin aconseja a
María.
En las primeras líneas
Ramón empieza ya por defender su opinión. En efecto observa cierta similitud
entre la niñez y su estado actual. Demuestra que recién nacidos, cuando estamos
en la cuna hasta que podamos volar con nuestras propias alas
, lloramos para que alguien venga a cogernos en brazos porque deseamos
participar en lo que nos rodea, queremos movimientos y cierta libertad. Pero a
menudo se nos coloca un chupete a modo de respuesta, para que acabemos con los
gritos, olvidemos nuestro propósito y pensemos en otra cosa. Según Ramón es lo
que le sucede, está aquí en la cama postrado, incapacitado físicamente y gritando
cada vez más libertad ya que se siente prisionero. Él se aparenta al niño que
ve a los demás desde abajo en la cama, a los que “se hacen el sueco” . Pero no pierde de vista su propósito, no se deja
distraer ( “no distraerme”
), no quiere mirar a otras partes, no quiere hablar de otras cosas y no quiere
rezar ( “ justicia e igualdad te van a responder que
hables de otras cosas…rezar”).
Sigue reclamando esta
libertad que tanto le gustaba y en la
que siempre está pensando, libertad que hoy es para él el derecho a morir. Es
su voluntad personal y desea que se la respetan.
Con esta reflexión
advierte a María pidiéndole que esté muy atenta cuando reclame libertad( “ no te distraigas”)
ya que tendrá ella que poner de realce sus convicciones y sus deseos.
Luego, confiesa a María
que ya sabe que la pregunta que le formuló ella aludía a lo qué hacía para
matar el tiempo ( “Ya sé”).
Explica aclarando a la vez su respuesta que no se aburre durante tanto tiempo empeñándose
en concentrarse en lo mismo ( “ no me distraigo pensando en lo mismo”, “ tengo que imponerme una disciplina mental ”). Expone que su vida es algo diferente de la
suya y que es monótona por ser un ritual. Cada día se despierta a las ocho y
media, dedica una hora y a veces una hora y media en escuchar música, luego
desayuna, después el tiempo restante lo emplea en leer o escribir. Todo está
regulado como un reloj, no hay ninguna sorpresa, incluso sabe cuando vendrá
alguien para cambiarle de postura, es una rutina insoportable que se ha vuelto
un infierno ( “ cada tres
horas”).
Pero que “el poder”
judicial intente hacerlo todo para que la mayoría mire “como borregos” hacia lo
que quiere ella es lo que más le pesa y lo indigna ( “
aterrador”). Quiere él que su deseo y de muchos
otros que sufren ( los enfermos terminales, los tetrapléjicos ) suscite una controversia y que ya no se
considere la eutanasia como si fuera un tabú.
En una última parte
Ramón procura aconsejar a María pidiéndole que defienda la democracia para que
obtenga ella Libertad (“ Defiende, María el sistema político democrático”). Y a su
juicio, defender la democracia empieza por respetar a los demás, escuchar sus
convicciones personales y tolerarlas. Y tolerar es precisamente no decidir en
lugar del otro aceptando su razonamiento( “ hábito de tolerancia y respeto”). Es obvio que para
conseguir tal meta la primera etapa es el respeto de sí mismo que es
imprescindible ya que “abre el camino a la tolerancia”(
“Comenzar por vosotros mismos”). Luego, la
segunda etapa consiste en mostrar el camino para que cada uno tiene se respeta
defendiendo su punto de vista, sus creencias privadas(
“ con vuestros propios hijos”). Por eso es necesario analizar y criticar exponiendo su
propia opinión ( “critica
analítica”).
Ramón opina que el
autoritarismo conduce finalmente a tomarse la libertad del otro porque no se le
permite la expresión y por lo tanto no
puede defender sus ideas ( “mantener
el principio de autoridad de modo antidemocráticos”).
Lo que es irracional e
injusto para uno no lo es forzosamente para el otro y “buscar las causas y el
origen de tal o tal pensamiento” es obviamente democrático.
Procurar la muerte sin
dolor a una persona con la meta de poner fin a sus sufrimientos es para Ramón
una legitimidad democrática, y conseguir esta meta es su manera de “distraerse”( “ forma de distraerme”).
En resumidas cuentas, con
esta carta Ramón invita a María a una reflexión sobre la pertinencia de las
creencias personales y del libre albedrío de cada uno. Le propone una meditación sobre la vida y la muerte. El
mensaje suyo es que el derecho de morir es un derecho humano y por lo tanto negarlo
es negar la democracia.