Descuartizador de aguacates
Este texto escrito por la periodista y escritora Rosa Montero se
publicó en 1998 en una recopilación de sus cuentos llamada Amantes y enemigos.
En el fragmento la autora alude a
las clásicas relaciones existentes en una pareja en cuanto a las tareas
domésticas. El humor representa la tonalidad general del texto.
Consta de cuatro partes el
documento:
Primero (l 1 – 10) Rosa Montero
plantea la escena de exposición y presenta
a los protagonistas, es decir una pareja.
Después expone la situación ( l 11 – 19) y describe una pelea entre la mujer y el
hombre.
Tercero hace hincapié en los
caracteres opuestos de cada uno ( l 20 – 29).
Y por fin nos propone el
desenlace ( l 30 – 34 ).
La primera parte en la que Rosa
Montero introduce a los protagonistas sirve de preludio al pasaje. Una mujer es
la narradora y presenta al lector a su marido indicando que él es una buena
persona, un “tío legal” que no tiene vicios inconfesables. Así no la pega, no
despilfarra dinero en el juego y no hace daño a los animales. Pero si no tiene
estos vicios inaceptables sin embargo tiene él uno que le resulta insoportable
a ella: es su egoísmo. Y las líneas siguientes son la prueba irrefutable de lo
que adelanta la narradora.
Así va a relatar y describir un
acontecimiento que supuestamente ocurre muy a menudo en casa de la pareja.
Confiesa al lector la mujer que tanto su marido como ella trabajan fuera de
casa y por la tarde al regresar de la oficina él suele tumbarse en el sofá
delante de la tele para descansar mientras que ella regresa dos horas más tarde
por haber ido de compras al supermercado después de la oficina. Como lo dice
ella “está cargada como una mula” y entonces le pide ayuda a su marido. Él se
opone pasivamente( “nunca dice
que no directamente”) contestando que llega en seguida sin embargo se queda inmóvil en “su”
sofá. Es en este momento cuando se pone nerviosa la mujer (“ no se ha meneado aún el
culo del asiento”), empieza ella insultándole agitándose y para colmo se
rompe una uña mientras él sigue quedando muy pasivo delante de la tele como si las cosas entraran
por una oreja y salieran por otra. Para acabar ella se sienta en una silla
poniéndose llorando de rabia por la incomprensión de su marido y seguro de
cansancio.
Aquí entonces tenemos
todos los componentes imprescindibles para una riña conyugal.
En la segunda parte
el marido por fin aparece en calcetines. Rosa Montero aquí nos pinta a un
hombre muy pueril. En efecto además de aparecer así en calcetines, llega en el
momento en que sabe muy bien que ya no puede hacerse el sordo, y como si nada
ocurriera pregunta con su voz más inocente algo muy exasperante : ¿ Qué
hay de cenar?
Pero en seguida
advierte que se va a enfadar su mujer al verla hacer acopio de aire para
responderle con perfidia, y sale del paso hábilmente diciéndole con “cara de pillín” que le va a preparar una ensalada estupenda.
Claro se entiende muy
bien el enojo de la protagonista. En efecto no pudo preocuparse por la cena por
falta de tiempo y por falta de ayuda.
Por otra parte, otra
vez más la autora hace hincapié en lo infantil del hombre, en efecto la “cara de pillín” y la amabilidad con la que sabe amansar a su mujer son astucias muy
conocidas por los niños y éstos usan de ellas muy a menudo para con los
adultos. Hay que notar también que el especie de la supuesta ensalada que desea
él preparar para ella no corresponde al
gusto de su mujer sino más bien al suyo. Pero de este modo consigue su meta,
calma a su mujer y por añadiduras va a comer lo deseado dando de pensar que se
esfuerza para ella. No la engaña la propuesta de su marido (“
porque soy idiota”) y aunque gruñendo le ayuda.
Finalmente la
escritora se burla tanto del hombre como de la mujer ya que aparecen totalmente
opuestos. Notamos también la ironía de Rosa Montero con la metáfora del
cirujano. Así el quirófano es la cocina, el cirujano es el marido y por fin la
mujer es la ayudante que está bajo el mando. Ni que decir tiene que eso augura
algo rocambolesco.
En la tercera parte
la energía compulsiva de la mujer llama la atención del lector. En efecto la
autora se vale de una acumulación de verbos de acción ( “lavo, corto, pico, casco, parto, convierto” ) para hacer hincapié en que la
protagonista no puede quedarse inmóvil sin ocupación como lo hace tan bien su
marido. El papel del marido es de pelar los aguacates y lo desempeña a la
perfección, minuciosamente, tomando su tiempo para no fracasar en su misión.
Así él sigue pelando los aguacates torpe y lentamente y la tranquilidad con la
que obra claro pone muy nerviosa a la mujer desbordante de energía. Además
tenemos la impresión de que no se fía de él ya que espía lo que hace ( “le miro por el rabillo del ojo”) y su furor va aumentando. Entonces la
mujer sigue su actividad con más fuerza. Otra acumulación de verbos de acción
intensifica dicha idea ( “saco, mondo, lavo, corto, cojo, echo, enciendo, frío, hago” ). Desde luego la descripción de la escena
da una tonalidad muy cómica al pasaje por la exageración en la caricatura de la
pajera, la hiperactividad de la mujer y la torpeza del hombre.
Por fin lo del aceite
manchando la pechera de la blusa basta para que la mujer esté fuera de sus
quicios y finalmente está que arde y le suelta la parrafada venenosa: “no sirves para nada”. Otra vez más aquí Rosa Montero se vale de
una metáfora en relación con el mundo medical ( “meticulosa autopsia” ) para insistir en lo humorístico pero esta
vez más bien se trata de un médico forense.
Los gritos de la
mujer ponen fin a la seudo ayuda del marido. En efecto al oír eso éste se
siente muy ofendido y lo deja entrever a su mujer que se enfurece cada vez más
poniéndose chillando tal una arpía. Opta él a modo de respuesta y reprobación
por salir de la cocina para tumbarse en el sofá impasible, sin decir ni una
palabra, chupándose los dedos. Finalmente se vuelve a la situación inicial, él
está en el sofá y ella tiene que preocuparse como todas las tardes por las
tareas domésticas ( “ pondré la mesa como todas las
noches” ). Pero desde luego
se ha empeorado el ambiente ya que ambos se quedan mudos, ponen mala cara y
cenarán como dos extranjeros sin decir ni una palabra.
Parece imprescindible
hacer hincapié en el papel muy importante que desempeña la mirada en este
párrafo. En efecto la comunicación sólo es visual hasta que la mujer esté harta
del comportamiento de su marido y le exprese su ira.
En este fragmento
Rosa Montero quiso, bajo tonalidad cómica, describir una riña conyugal. La
caricatura de la pareja se halla muy acertada.
Así nos da de
reflexionar acerca de la comunicación existente en una pareja y el reparto de
los quehaceres domésticos hoy día.