Ella no se va de aquí
Este fragmento procede de la obra de Manuel Rivas,
Las llamadas perdidas, publicada en 2002. En su obra Manuel Rivas ha
reunido una serie de cuentos y el pasaje que nos toca analizar procede del
cuento llamado “El Escape”.
La escena sucede durante la dictadura del general
Franco en el ayuntamiento de la Coruña. Los protagonistas son por una parte Silvari, un maestro de ceremonias, y por otra parte el
narrador, un subalterno.
Este cuento habla de un cuadro que se considera
como un atento a la moral en dicha época ya que se trata de un desnudo que
representa a una mujer llamada Simone Nafleux. Y en previsión de la visita del arzobispo ambos
protagonistas deciden esconderlo. El maestro de ceremonias idea un plan para no
trasladar el cuadro haciendo del subalterno y narrador su cómplice.
Así en un primer tiempo el autor nos presenta a los
protagonistas y hace hincapié en su deseo de rebelión. Después expone la trampa
imaginada por el señor Silvari y el narrador por su
cuenta y riesgo. Por fin pone de relieve
un inesperado desenlace.
Para empezar Manuel Rivas sitúa la acción temporal
y espacialmente. La escena ocurre durante la dictadura de Franco es decir,
claro, después de la guerra civil española(1939-1975)
y en la Coruña ( ciudad gallega en el noroeste de España). Parece
imprescindible subrayar que nuestro escritor Manuel Rivas nació en la Coruña,
ciudad que no escapó de la represión
franquista aunque naciera Franco en la ciudad gallega vecina (
Ferrol).
Además la elección del lugar preciso es decir del ayuntamiento
no parece anodino, en efecto este sitio suele
representar las ideas del poder establecido. Sin embargo se nota que incluso en
las instituciones del poder a veces se pueden encontrar a oponentes y, claro,
eso representa aquí el motivo de la anécdota.
Así los protagonistas Silvari
y el narrador trabajan en este ayuntamiento de la Coruña, el uno como maestro
de ceremonias( “ jefe de
Protocolo”) y el otro como subalterno. Ambos son hombres a quienes les
gusta mucho el arte y más precisamente la pintura. En efecto quedan totalmente
fascinados por un cuadro colgado de la pared que representa a una mujer
desnuda. El cuadro titulado Retrato de Simone Nafleux bien podría representar aquí a un tercero
protagonista. En efecto sin él la anécdota no existiría ya que es el
estimulador que anima a los protagonistas. Por añadidura la descripción hecha
por el narrador da la impresión de que algo muy potente se desprende de este
cuadro ( “más que un desnudo
era un manantial”). Para ellos aparece la mujer “como una diosa de carne y hueso” y veremos en el desenlace que el arzobispo
comparte su opinión ( “esta
gracia de Dios”). Así es una diosa, casi una representación de Venus capaz
además de hacer milagros. Puede ser la única explicación de su presencia en
aquel lugar, de verdad a pesar de “todos los dictados y
censuras” ordenados por Franco “era un milagro
que ella continuara allí”. En realidad personifican la pintura que representa un rayo
de sol en la vida de los protagonistas.
Pero desdichadamente todo acaba, y la prestigiosa
futura visita del arzobispo va a precipitar las cosas. En efecto reciben una
orden de retirar el cuadro. El narrador se siente muy melancólico mientras que Silvari él experimenta furor.
Las palabrotas empleadas expresan (“ vamos a joderlos” ) la cólera del maestro de ceremonias que
se decide en seguida por no cumplir lo ordenado por las autoridades.
Cabe subrayar que en aquellos tiempos, como
durante cualquiera dictadura, la censura era muy importante y desde luego una
de ella era la de la expresión. Así el poder establecido vetó en el cine, la
literatura y la pintura así como en muchos otros temas. Desde luego recortó
muchas libertades individuales y ya lo demuestra Manuel Rivas valiéndose de
varios ejemplos. Así uno no podía vestirse como se lo antojaba en las playas (“ las
medidas mínimas del traje de baño en las playas”).
Entonces, claro, esta censura se aplica también al
cuadro y no quiere el señor Silvari que el retrato de
Simone Nafleux conozca el
mismo destino que “La maja desnuda”
de Goya que retiraron de una librería por considerarla como un atento a la
moral. Por añadidura sabe muy bien que si descuelgan este cuadro de la pared no
lo volverán a ver nunca. Por eso ayudado por el narrador va a elaborar un plan
para engañar al sistema.
Esta decisión demuestra el valor del maestro de ceremonias
y sobre todo su afición al arte ya que contra marea y viento se prepara a
cometer algo irreparable que puede poner un punto final a su libertad. En lo
que se refiere al narrador no es hombre tan atrevido como el señor Silvari. Primero a pesar de su opinión está listo para
descolgar el cuadro de la pared y entregarlo sin protestar, a decir verdad
piensa que un subalterno no puede plantar cara al poder establecido(
“ ¿ y qué podemos hacer nosotros?”)y nunca hubiera pensado hacerlo por miedo (“ mi otro ser
miedoso”) de las consecuencias( “ ¿ Y después?”).
El señor Silvari él no quiere dejarse manejar y
va a oponerse. Está harto de la censura y si hasta hoy nunca dijo algo, ahora
va a actuar con arreglo a sus ideas. Se rebela y en su
rebelión va a impulsar al narrador a
imitarle. Desde luego no van a obrar abiertamente, pero su decisión a guardar
el cuadro es irrevocable. La inspiración la tiene el señor Silvari
y
va a imaginar una intriga digna
del Retrato de Simona Nafleux. No quieren trasladar
al cuadro, la diosa está aquí desde hace mucho tiempo y continuará aquí de todos modos (“ella
no se va de aquí”). Desde este punto de vista el maestro de ceremonias elabora una idea fiel
a su personaje y a su afición al arte.
Sólo puede el arte salvar el arte por eso va a confeccionar algo artístico
que en realidad es una verdadera obra de arte. Quiere actuar en honor a Simone Nafleux, digna de
veneración, finalmente van a rendirle homenaje.
Van a hacerle al retrato una ofrenda floral parecida a una alfombra compuesta
de camelias blancas y rojas que destacan su belleza
aunque la escondan. Y en el lenguaje de las flores, ya se sabe que el blanco
significa la pureza, la elegancia, la perfección, la belleza y la divinidad. Es
la luz que se difunde. El rojo significa
la pasión, la emoción, y el peligro. Por consiguiente cabe notar lo acertado en
lo que se refiere a la elección del color de las flores para la ocasión, cosa
normal para un maestro de ceremonias. Las camelias, ofrecerlas significa respeto,
admiración, romanticismo y constancia. Así se puede decir que los protagonistas
declaran su total fascinación a Simone Nafleux a través de
esta ofrenda que la protege de las miradas enemigas es decir de las miradas de los
que no saben ver y admirar lo admirable, los que piensan que un desnudo es un
atento a la moral. Pero se puede pensar también que el señor Silvari, como buen maestro de ceremonias, eligió este tipo
de flores para engañar todavía más al sistema. En efecto, nada más natural que
de adornar una sala con dichas flores para la visita de un arzobispo que es la
representación también de la pureza, del amor y sobre todo representante de
Dios. Desde este punto de vista más bien se trata aquí de un guiño cómico por
parte del autor.
La intriga les costó mucha faena(
“nos llevó mucho trabajo”
) porque tuvieron en un primer tiempo que cubrir la pared por entera con una
reja de madera y después disponer todas las flores. Pero una vez acabada la
empresa, el señor Silvari resulta muy satisfecho del
resultado obtenido( “frotándose
las manos y valorando la obra muy satisfecho”). Ahora sólo tienen que
esperar y ver lo que va a suceder el día “D”. A decir verdad aunque la idea pueda
parecer efectivamente muy genial por su originalidad ya se nota lo peligroso e
insensato de la empresa.
El día de la recepción, como lo confiesa el
narrador no estaban a gusto ambos protagonistas. Primero “amaneció gris y se encaminó hacia peor” lo que
indudablemente no presagiaba algo bueno. El narrador describe así un ambiente
más bien hostil que se parecía a una sentina, lugar sucio y pestilente de un
buque donde se ponía a los presos. Describe también sus sentimientos interiores
y, claro, bien se ve su nerviosidad, su miedo. Se compara él a un “reloj enloquecido”, que no puede pararse.
En efecto el miedo se apropia de su ser por entero
y su corazón late a toda velocidad. Para tranquilizarse busca de los ojos al señor Silvari
y lo que ve no le proporciona la quietud tan esperada. En efecto el maestro de
ceremonias no parece como de costumbre(“contra su ser natural”), se puede leer la inquietud en
su cara. La seriedad y la palidez de sus rasgos dejan adivinar sus pensamientos . sin embargo intenta
disimular su turbación y malestar aparentando escuchar a un interlocutor que no
le interesa, en realidad se pone en guardia (“ los ojos
oscilaban vigilantes”). El narrador puede adivinar sus pensamientos y a
su juicio ambos esperan la misma cosa es decir “la llegada
de la inevitable fatalidad”. La tensión nerviosa culmina y el
presentimiento del narrador resulta cómico(“ y ésta se presentó vestida de camarero”). Predefine el
futuro y ya ve sus dos cabezas en la bandeja del camarero. Aparece aquí como un
condenado que está esperando su sentencia. Está con en el miedo en el cuerpo. El mecanismo interior de su persona está
estropeándose. Innegablemente está pasando él un mal rato.
Y no se hace esperar la fatalidad, una corriente
de aire hace caer la celosía de flores y “da a luz” en todo su esplendor a Simone Nafleux. Toca a su fin la intriga de ambos
protagonistas. Un estremecimiento general y un silencio total se apropia del Salón
Dorado mientras que el narrador tiene enormes zumbidos en las orejas como si
estuviera a punto de explotar( “y yo escuchaba como un estruendo”). Entonces están
esperando como el convidado de piedra la reacción de la asamblea y sobre todo
la del arzobispo. Éste no se parece a su predecesor que era siniestro y
sardónico. Todo en la arquitectura del arzobispo expresa cierta ingenuidad,
amabilidad y confiesa sus orígenes campesinas( “arquitectura campesina”),
las de un vividor, es hijo del lugar(“ al parecer,
había nacido en la cuna del vino del pais, por la
ribera del Miño”).
Contra toda previsión el arzobispo se aproxima del
cuadro para comprobar la veracidad de la aparición, del milagro. Experimenta lo
experimentado por nuestros protagonistas, es decir la fascinación. El narrador
lo percibe ( “yo sabía lo que
el sentía”).Después se dirige “al alcalde con
los brazos abiertos en interrogación” para saber por qué se había tapado
“a esta gracia de Dios”.
Desde luego, el desenlace de la anécdota resulta
totalmente inesperado. Finalmente el Arte queda triunfador y la pobreza de
espíritu queda vencida.
Manuel Rivas con esta anécdota quiso poner de
manifiesto la existencia de unos hombres capaces de tomar riesgos para defender
su libertad de pensar. Se oponen a otros que lo censuran todo, cegados por
ideas preconcebidas. Que el arzobispo se salga con la suya afirmando que el
cuadro es una maravillosa demuestra también que “el hábito no hace el monje” y
que la censura no reside en lo previsible.
Para concluir, ya se ve que durante la dictadura
de Franco habían dos “España”, la de la censura establecida, y la de la
libertad de la expresión perseguida.