Extraño viaje
Este documento que se titula Extraño viaje es un
fragmento de la novela La loca de la casa escrita por la novelista española Rosa Montero en 2003.
Este texto se sitúa hacia el final de la obra y
con este episodio Rosa Montero quiso exponer lo que puede representar la vida
en un convento y sobre todo dar su opinión acerca del viaje y la creación
literaria.
Relata la novelista un acontecimiento no personal : una mujer
llamada Julia está viviendo frente a un convento de monjas y traba ella amistad
con una religiosa a través del “torno de madera”. Unos años después, por una
tarde, llama a su puerta la monja y le
pide algo muy extraño.
Primero Rosa Montero inicia su relato avisando al
lector que le va a contar una historia que le refirió otro novelista. Desvela ella
la identidad del hombre. Se trata de José Manuel Fajardo, escritor muy famoso y
acreditado, y sigue subrayando ella que la contó a Fajardo una amiga común,
igualmente novelista. Desde luego el lector no va a dudar un solo instante de la veracidad del relato ya que ambos novelistas se
consideran como personas dignas de fe . A decir
verdad, Rosa Montero se vale de un recurso literario para dar un peso mucho más
importante a la narración.
Así, una vez dada esta advertencia puede empezar
el relato.
El narración trata de una señora cuya identidad
queda muy imprecisa ( “ una tía suya” o “ una amiga de una tía”, “ a la
que vamos a llamar por ejemplo Julia”) y vive ésta en la tercera planta
de un piso frente a un convento de monjas( L 5 – 7 ). Y algún día prueba los dulces
confeccionados por las dichas monjas y le gustan tanto que todos los domingos suele
visitar a la hermana portera para comprar una cajita de estas rosquillas ( L 9 ).
Y domingo tras domingo, al charlar un ratito con
la monja la mujer empieza trabando amistad con ella (
L 11- 13). Ya conoce Julia el rigor del convento y por eso le propone a la
religiosa su ayuda por si necesita algo del mundo exterior(
L 13- 16). La agradece la monja sin embargo no aprovecha la oportunidad ( L 18).
Pasaron los años y unos treinta años después por
una tarde llaman a la puerta de Julia. Abre la mujer y se encuentra con una monja
viejecita que le confiesa ser la hermana portera ( L
19- 22). En seguida Julia conoce la voz. La monja le dice que sí ahora necesita
su ayuda ( L 22- 24). Acto seguido la señora le pide a
la monjecita lo que necesita ella. Y contra toda previsión le pide a Julia que
la deje asomarse a su balcón para sólo ver el convento del exterior. Así el
único deseo y la única necesidad de esta hermanita era ver aquel edificio donde había
transcurrido toda su vida y del que seguro nunca había salido hasta el presente
momento.
Claro, consiente la denominada
Julia y la conduce hasta el balcón, y quedan las dos un ratito contemplando
esta construcción tan conocida desde adentro pero no desde fuera ( 26- 29). Queda maravillada la monja, para ella el convento parece ser como un cuadro, es como
un paisaje desconocido que acaba de descubrir ella y que la encanta ( “¿es
hermoso verdad?”). La contemplación acabada, regresa la monja al
convento totalmente satisfecha y beatífica.
Para concluir, al contar esta anécdota Rosa
Montero reflexiona sobre lo que puede representar la literatura narrativa.
En realidad, con este acontecimiento, la autora quiere
hacer hincapié en que escribir novelas le permite viajar, desplazarse en el
espacio y contemplarse actuando. Revela
que cada “persona encierra un mundo en sí mismo”.