Mi padre
Este texto escrito por Carmen Martín Gaite se publicó en 2001 en Los parentescos,
obra póstuma e incompleta de la escritora. La autora tenía veintiún capítulos
listos y estaba escribiendo el vigésimo segundo cuando infelizmente un cáncer
acabó con su vida en 2000.
Baltasar, el protagonista y narrador de la novela , es un joven
de 18 años que evoca su infancia, una infancia llena de incertidumbres sobre
sus parentescos.
Son tres los protagonistas del fragmento, el
narrador ( Baltasar), su padre y un amigo de éste.
En el pasaje acude el joven a una cita en un bar donde le está esperando su padre con un amigo suyo.
En el fragmento el muchacho pone de relieve las
relaciones padre - hijo que cultiva con su padre. Relaciones en suspenso porque
resultan al parecer limitadas por una vida profesional paternal muy trepidante.
Así en un primer tiempo, el narrador confiesa la
razón de la entrevista con su padre fuera de casa. En efecto, por una parte, revela
que en casa resulta del todo imposible ver a su padre ya que sus horarios no
coinciden ( “ en casa
coincidimos poco” ). Es obvio que el padre casi nunca está en casa por
su oficio y si padre e hijo quieren verse tienen que hacerlo con previa cita
como si se tratara de algo profesional. Esto nos da ya una indicación
importante acerca de la relación existente entre los personajes. Además, por
otra parte, Baltasar indica que su cumpleaños y lo de “haber
aprobado con buenas notas la Selectividad” son el motivo principal de la
dicha cita y por eso le firmó un cheque su padre. Parece aquí muy raro que
incluso para sucesos tan importantes en el núcleo familiar como éstos no pueda
el padre encontrar un ratito para celebrarlos en casa con sus familiares. Es
obvio que le resulta muy difícil al padre separar sus obligaciones
profesionales de las familiares por eso no vacila en encontrarse con su hijo en
un bar con un supuesto amigo suyo como lo manifestará
Baltasar más adelante. Esto da a entender que el padre intenta compensar su
ausencia paternal como lo puede y en este caso lo hace firmándole un cheque a
su hijo. Desde luego son buenas sus intenciones pero a decir la verdad indudablemente
no puede el dinero compensar una carencia afectiva.
Así la autora con pocas líneas plantea el
escenario y puede empezar el relato.
Baltasar está ya en el bar
y su padre hace las presentaciones introduciéndole. El narrador le pone buena
cara al amigo de su padre pero a priori no lo hace de buena gana ( “ le sonrío sin ganas” ).
En efecto por una parte no lo conoce ni
por asomo ( “ abro los ojos,
no lo conozco” ) y por otra parte esta falta de entusiasmo procede de la manera con
la cual entabla la conversación el hombre. Así le pregunta lo inevitable y lo
tan tópico, es decir cuál es su edad y qué estudia. Se calla Baltasar o porque
no tiene ganas de responder o porque prefiere dejar la primicia a su padre. Y habla
el patriarca en lugar de su hijo como si éste no tuviera ni voz ni voto. Toma
la palabra con mucha gravedad ( “ la voz que antes me sermoneaba”
) para exponer los supuestos deseos de su hijo. Trata de explicarle a su amigo
que Baltasar tiene sed de conocimientos ( “quiero abarcar demasiadas cosas” ) y por eso, ahora, no ha tomado decisión
irrevocable ( “ no me centro en ninguna” ). Entonces
su amigo le contesta que a sus hijos también les ocurre lo mismo(
“ les pasa también a sus hijos” ) y que no son excepciones ya que “a
todos los chicos” les sucede lo mismo.
En esto va a desembocar el hombre en una charla tratando de demostrar el
por qué de la falta de estímulo de los jóvenes actualmente. Insiste en que no
tienen la culpa los chicos sino las instituciones españolas y que mejor vale
huir de España para estudiar un máster en los Estados
Unidos.
No interviene Baltasar ya que no le interesa el
tema de la conversación ( “ he
oído la canción demasiadas veces” ) casi
está en las nubes y prefiere admirar al trasluz los matices de su martini que está bebiendo a tragos. Sin embargo vuelve a la
realidad con una frase que le apostrofa y que le da de pensar que este hombre
nos es amigo de su padre sino sólo una relación de trabajo (
“no sabía que tuvieras hijos”). Claro un
verdadero amigo lo conoce todo acerca de los parentescos de un compañero suyo y
principalmente antes de todo no dejaría de preguntar por su mujer.
Y cambian de tema para hablar de una fusión
bancaria y después una profusión de temas se suceden ( “
los mercados, la tensión inflacionista, los peligros
del euro” )lo que obviamente resulta sin interés para Baltasar ( “ no sé que fusión bancaria” ).
Hace hincapié el joven en lo difícil que resulta
la situación económica para los ejecutivos pero nunca se quejan, hagan como si
nada ( “ pero sonríen”
) y jamás de los jamases admitirían su cansancio o que están hartos.
Pero Baltasar, claro, conoce a su padre y muy bien
sabe que está agotado ( “está
hecho un polvo” ) y eso física ( “se lo noto en
la cara” ) y moralmente ( “desamparado” ).
Así tiene la cara cansada, está para el arrastre ( “es como si …lifting” ).
Por eso cuando se despide el supuesto amigo,
Baltasar no falta en decirle a su padre el parecer suyo ( “te noto cansado”). Se preocupa el narrador por su papá
lo que da a entender que los papeles resultan a la inversa. En efecto es el
hijo el que intenta cuidar a su padre.
Queda desorientado el padre
y atribuye su cansancio al trabajo. El hijo casi sermonea al padre diciéndole
que trabaja demasiado (“ no trabajes tanto”),
que no vale la pena, que ya tiene bastante dinero ( “has
ganado pasta de sobras” ). Aquí Baltasar confiesa finalmente a su padre
su filosofía, a saber que a veces hay que divertirse ( “¿cuánto tiempo hace…cine”? ) y que por
supuesto “el dinero no da la felicidad”. Quizás sea un guiño por parte del
narrador para darle a entender que ir al cine con él hubiera sido más
importante que un cheque.
Pero no obtendrá Baltasar
respuesta por parte de su padre ya que “ suena el móvil ”
y claro la conferencia telefónica “ amenaza con durar ”.
Otra vez más la vida profesional usurpa su
vida familiar lo que por supuesto no le extraña
sobremanera al narrador. Para no disturbar a
su padre le escribe en un periódico que ya es hora para él de marcharse y,
claro, le agradece para el cheque. Totalmente abstraído por su trabajo el padre
“no quiere retenerle” y se dan un beso.
Una vez llegado Baltasar a la puerta su padre le da la espalda. No tuvo en cuenta
el padre los consejos que le dio su hijo ya que una vez más se entrega al
trabajo como si nada más existiera ( “ manotea sin ruido” ). No
entiende Baltasar a su padre ya que a su juicio se agita en vano ( “ a un barco fantasma” ) sin
embargo no se tiene la impresión de que tiene algo contra él porque es obvio
que siempre ha conocido a su padre así, un padre casi ausente pero es su padre.
Para concluir con
este fragmento, Carmen Martín Gaite quiso hacer
hincapié en las relaciones padre – hijo y en lo difícil a veces de conciliar la
vida profesional con la vida familiar. A menudo ciertas personas se matan a
trabajar y se pierden cosas importantes tales la alegría pura y dura que uno experimenta en el núcleo familiar.
Pero juzgar parece muy difícil porque
muchas veces lo hacen justamente por su familiares
para que nada necesiten, para que estén a gusto. Entonces el problema es de
saber dónde se encuentran los limites entre vida
familiar y vida profesional y cómo encontrar la justa medida entre trabajo y
familia.