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Sirvienta en la capital

 

 

 

 

 

Rigoberta Menchú de etnia maya-quiché es una activista de los derechos humanos de Guatemala. En Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la consciencia, novela autobiográfica transcrita por la etnóloga Elisabeth Burgos y publicada en 1983, la mujer relata, claro, su vida pero desvela sobre todo el dolor y el desengaño que conoció desde su más tierna infancia.

En el presente pasaje, la protagonista cuenta su llegada por primera vez a la capital, Ciudad de Guatemala, donde se la contrató como criada a los trece años.

 

 I    Retrato de Rigoberta.

 II   Sentimientos de Rigoberta

 

Rigoberta recuerda claramente el día en que llegó ella a la capital, Ciudad de Guatemala, y hace un retrato muy fijo de sí misma. Insiste en su apariencia física y más precisamente en su indumentaria. Entonces venía vestida del tradicional traje guatemalteco lo que, claro, reflejaba su categoría social, es decir su pertenencia a la raza india rango social más bajo (“corte”, “huipil) . La repetición del adjetivo/adverbio “bien” hace hincapié en su malestar, en efecto aquí tiene este adjetivo el sentido de “muy” y desde luego la repetición desvela que ella tenía consciencia de su mal aspecto y que se sentía avergonzada por no llevar ropa nueva y sobre todo limpia (bien viejita”, “bien sucia”, “bien viejo”).

Desde luego, a través de este retrato se nota la obvia pobreza de la protagonista. En efecto al especificar ella por una parte que la capa que llevaba era la única que tenía (tenía un perrajito y era lo único que llevaba”) explica la suciedad de sus prendas; no tenía algo de recambio para lavarlas. Además por otra parte dice que andaba sin zapatos y que incluso no conocía lo que era probar un par de zapatos(No conocía ni cómo es probar un par de zapatos”). Así confiesa ella que un mero par de zapatos representaba para los indios un lujo inaccesible, lo que pone de relieve las malas condiciones en las cuales trabajaban esta gente en las fincas.

Así en la capital se enfrenta con un mundo totalmente diferente al suyo y completamente nuevo, los modos de vida resultan radicalmente opuestos a los que conocía hasta entonces. Incluso la muchacha en la que pensaba encontrar a una amiga por ser india como ella y por supuesto de la  misma categoría se aparta totalmente de ella. En efecto la muchacha ya no se parece a una indígena, ha dejado el corte y el huipil para vestirse de “ladina”. Por añadidura la mira con total indiferencia, y no hace ni un esfuerzo para aliviar a Rigoberta(me miraba con todos los ojos indiferentes”). Ni siquiera le dirige una palabra amistosa, manifiesta la muchacha su supuesta diferencia al hablar castellano mientras que Rigoberta ni sabe una palabra de este idioma( “hablaba ya el castellano”). La falta de sentimientos, de comprensión y de ayuda por parte de la muchacha india como ella la dolió muchísimo.

 

 

Después Rigoberta alude a la vida antes de su llegada a la capital para exponer que si efectivamente no hablaba castellano lo entendía un poco por los caporales que dirigían a los trabajadores en la finca ( “entonces yo entendía al español, pero no lo hablaba”). Así nos enteremos de que Rigoberta trabajaba en la finca.

Se nota aquí algo de amargura ya que dichos hombres como la muchacha en la capital negaban sus raíces por sentirse superiores(no quieren hablar la lengua como nosotros porque ellos se sienten diferentes de los mozos”). Desde luego, se puede pensar que los caporales también adoptaron los vestidos “ladinos”. De esta manera podemos pensar que según Rigoberta no son más que traidores a la raza indígena que lo importante a sus ojos es olvidar e incluso borrar su propia identidad para integrar las clases superiores; ya que como ya se ha dicho el indio es el rango social más bajo. Rigoberta en cuanto a ella reivindica y con mucho orgullo su pertenencia a la raza india.

Por añadidura no hay que olvidar que el español es el idioma de los conquistadores y hablarlo significa para algunos ascensión social.

Así es obvio que para unos la lengua se transforma en un instrumento de dominación, de superioridad. Pero sólo es un signo exterior ya que “el hábito no hace le monje”.

Dominación, pues, que se manifiesta en la persona de la señora pero sobre todo menosprecio por su parte para con Rigoberta. En efecto, al igual que los caporales la maltrata la mujer y la instala en un cuarto que es ni más ni menos el basurero de la casa(donde guardaban también las basuras de la casa”).

Aquí se tiene una muestra de cómo los amos consideran a los indígenas, le tratan como si fueran seres que no aspiran a comodidad ninguna y no le proporcionan lo decente para vivir(camita”, “petatillo”, “chamarra”). Rigoberta finalmente acaba por compararse al perro de la casa y se dice finalmente que los amos la tratan peor que al perro de la casa(menos que el animal que existía en casa”). Le parece imprescindible a ella entonces hacer una descripción del perro y bien se esbozan los elementos de la comparación con su propio retrato. En efecto se vale aquí también de la palabra adjetivo/adverbio “bien” pero esta vez con adjetivos positivos “gordo, lindo, blanco”, todo lo contrario de su propia imagen. Así el perro no aguanta el hambre(gordo”), viene muy limpio(“lindo”) y además “blanco” por contraste a la raza india.

Por lo que concierne la comida el perro se come las sobras de los amos con carne y arroz (“Iban pedazos de carne, arroz, cosas así que comieron los señores”) mientras que a ella sólo le dan un poco de frijoles con tortillas tiesas(“ un poquito de frijol con unas tortillas bien tiesas”)  lo que la ofende hondamente; porque como lo confiesa ella no es el comer bien o mal que la duele,“ya estaba acostumbrada”, sino el darse cuenta de que no la consideran como a un ser humano (“ yo no merecía la comida que mereció el perro”).

Así el menosprecio de los señores y sobre todo la falta de fraternidad por parte de la muchacha le da mucha pena a Rigoberta y al verse “muy marginada” piensa primero en su hermana que tuvo que aguantar lo mismo en casa de otro dueño, pero es obvio que piensa también en todos sus hermanos y compatriotas que aguantaron, aguantan y que aguantarán lo mismo por discriminación racial en Guatemala.

 

 

En este pasaje muy vivo, por ser la trascripción de un relato oral, Rigoberta Menchú confiesa como se encontró sola y desvinculada totalmente de lo que había conocido hasta entonces por ser india.

Así la llegada a la ciudad fue para ella muy dolorosa y representó en aquella época una desilusión a la altura de sus sueños. Conoció la discriminación racial no sólo por parte de sus amos sino también por parte de los suyos cegados de ambición.

Rigoberta Menchú no se valió del idioma español para dominar sino para contar su vida, sus sufrimientos, sus luchas y  dar a conocer al mundo entero las violaciones de los derechos humanos en Guatemala.

Fue premiada ella por sus luchas y su acción ya que su autobiografía Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la consciencia conoció un prestigio internacional y tuvo el Premio Nobel de la Paz en 1992.

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