Un artista
“Un artista” es un cuento sacado de la obra In cuentos inéditos escrita en 1993 y cuyo
autor es el argentino Mujica Lainez .
El documento
es un relato que trata del problema de la violencia en la pajera y más
exactamente del maltrato doméstico. Desafortunadamente muy a menudo el
maltratador tiene dos caras, una hacia “el interior del hogar y otra hacia el
exterior”. Por supuesto es una persona que sabe engañar y manipular su entorno.
Es lo que
trata de demostrar el autor en una primera parte al exponer el retrato de un
pintor muy dulce y simpático que conoció en una hostería ( l
1 – 23 ). Y después, en una segunda parte, un
vez salido el pintor de la hostería cómo se enteró el narrador de su verdadera
personalidad ( l 24 – 40
).
Primero el narrador
confiesa que entró en la hostería por mera curiosidad ( L 3 ) porque a
primera vista no le correspondían las personas que frecuentaban el
establecimiento. En efecto era un establecimiento frecuentado por unos
holgazanes ( “ desocupados”
), ocupaban ellos el tiempo charlando ( “solían ir a
filosofar”) como se suele hacer en las tertulias. Además sólo con el
nombre de la taberna ( “ Hostería
de la Manzana de Adán” ) se deduce casi el tema del relato. La manzana
de Adán es la fruta del árbol del conocimiento del bien y del malo. Es la fruta
defendida y refleja el pecado original.
Una vez entrado el narrador en la hostelería
le llamó la atención un hombre que “hacía pandilla” aparte. Así se figuró que este hombre era
diferente y que su aislamiento era voluntario porque no quería mezclarse con
los demás.
Y
según la descripción física que nos hace el autor de este pintor, éste parecía
ser un hombre que no se sentía cómodo en la hostería ( “aristocrático desdén” ) y hasta lo compara a
un santo. Todo en su descripción reflejaba la pureza. Así tenía los cabellos
rubios y los ojos azules como si fuera un niño o más bien un ángel. Todo en
este hombre llamó la atención del autor hasta sus manos, rematadamente las de
un artista y los labios muy finos que reflejaban la harmonía de su cara y su
“alta alcurnia”.
Cabe
imprescindible notar que todo el vocabulario empleado por el autor se refiere a
la religión ( “ religioso fervor”, “sacerdote hablar” y “culto” ). Por supuesto representaba
el bien el pintor mientras que los demás representaban el mal en la “Hostería
de la Manzana de Adán”.
Y
además de su físico angélico, al charlar con él, el narrador se dio cuenta de
que era un hombre sabio tanto por su
conocimiento ( “profundo conocimiento”, “notables
estudios”)
como por su sensatez ( “indiferente”,
“gran
indulgencia”,
“ encogerse
de hombros”).
Pero
desafortunadamente no fueron coronados de suceso sus esfuerzos y por eso
prefería apartarse y despreocuparse de lo que lo rodeaba. Todo le parecía sin
sabor y su única respuesta para con lo que se decía era encogerse de hombros
como si dijera “qué le vamos a hacer”. Nos lo describe el autor como un hombre
muy cansado moral y físicamente y desganado ( “ marfil viejo”, “exhaustas”, “ temblaron”).
Por
fin, el pintor decidió marcharse pero antes se presentó al narrador confesándole
su apellido y su dirección.
Así
todo en la personalidad del pintor era digno de admiración y encantó al
narrador.
Y
una vez salido el pintor, el autor se quedó solo totalmente apartado de los
demás que todavía estaban charlando ociosamente cerca de la chimenea.
En
la segunda parte estaba pensando el narrador en lo que acababa de vivir con el
pintor rematadamente admirativo cuando el ruido de la puerta de entrada de la
hostería lo salió de sus reflexiones. Entró en la taberna otra persona digna de
admiración. Era una jovencita muy
hermosa pero que estaba llorando ( “bonita” ).
Parecía
herida, y en efecto sangraba su brazo y la posadera pareció enfadada al verla
en su taberna. A primera vista no era la primera vez que la muchacha venía
llorando así en la hostería ( “ Otra vez aquí ” ).
Contra
toda previsión se acercó el más joven del grupo de poetas y se dirigió a la
muchacha. Había sospechado lo ocurrido y sin dar rodeos le preguntó lo que le
parecía casi evidente: “¿ Te ha pegado de nuevo?”
Y
tanto el narrador como el lector se enteran de que su pareja la pegó porque dejo
ella que se quemara la comida.
Le
pareció incomprensible al autor que un hombre pudiera pegar de esta manera a
una mujer ( “tan frágil”) y sólo por una nadería. Además le penó que no estuviera su recién compañero
el pintor para que la consolara. En efecto un hombre tan sabio como él debía conocer
las palabras justas para aliviar la pena de la mujer ( L 33 – 34 ).
El
autor experimentó un sentimiento de rabia e unas ideas de venganza por eso le
pidió a ella el apellido de su marido y contra toda previsión le confesó ella
su identidad ya que no era secreto para nadie que Diego Narbona era una persona
violenta y mala. Desde luego sorprende el final del relato ya que es inesperado
e irónico. En el acto cayó de su pedestal el pintor tan venerado y quedó totalmente
desilusionado el autor. Así contrariamente a lo que se podía pensar en la
primera parte, el pintor se vengaba de sus fracasos pegando a su mujer. Y es
obvio que lo exótico y lo sabio de sus estudios bizantinos revelaban en
realidad unos rasgos de su personalidad muy dudosos.
Y
por supuesto representaba el mal el pintor en la “Hostería de la Manzana de
Adán” y su aislamiento no era voluntario, era “la manzana podrida” ( “brebis galeuse”).
Así a través
de este relato el autor quiso advertir al lector dándole una lección de lucidez que “el hábito no hace el monje” y que
desafortunadamente muy a menudo uno se deja influenciar por las apariencias. Y al
retratar a este hombre como si “pareciera no haber roto un plato en su vida” quiso
sobre todo denunciar la plaga que
representa hoy día el maltrato doméstico en el mundo.