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¡Vaya pareja !

 

 

 

Este texto escrito por  la periodista y escritora Rosa Montero se publicó en 1998 en una recopilación de sus cuentos llamada Amantes y enemigos.

 

En el fragmento la autora alude a las clásicas relaciones existentes en una pareja en cuanto a las tareas domésticas. El humor representa la tonalidad general del texto.

 

Consta de cuatro partes el documento:

Primero (l 1 – 9) Rosa Montero plantea la escena de exposición y presenta

a los protagonistas, es decir una pareja.

Después expone la situación ( l 10 – 18) y describe una pelea entre la mujer y el hombre.

Tercero hace hincapié en los caracteres opuestos de cada uno ( l 19 – 28).

Y por fin nos propone el desenlace ( l 28 – 33 ).

 

La primera parte en la que Rosa Montero introduce a los protagonistas sirve de preludio al pasaje. Una mujer es la narradora y presenta al lector a su marido indicando que él es una buena persona, un “tío legal” que no tiene vicios inconfesables. Así no la pega, no despilfarra dinero en el juego y no hace daño a los animales. Pero si no tiene estos vicios inaceptables sin embargo tiene él uno que le resulta insoportable a ella: es su egoísmo. Y las líneas siguientes son la prueba irrefutable de lo que adelanta la narradora.  

Así va a relatar y describir un acontecimiento que supuestamente ocurre muy a menudo en casa de la pareja. Confiesa al lector la mujer que tanto su marido como ella trabajan fuera de casa y por la tarde al regresar de la oficina él suele tumbarse en el sofá delante de la tele para descansar mientras que ella regresa dos horas más tarde por haber ido de compras al supermercado después de la oficina. Como lo dice ella “está cargada como una mula” y entonces le pide ayuda a su marido. Él se opone pasivamente(nunca dice que no directamente”) contestando que llega en seguida sin embargo  se queda inmóvil en “su” sofá. Es en este momento cuando se pone nerviosa la mujer (no se ha meneado aún el culo del asiento”), empieza ella insultándole agitándose y para colmo se rompe una uña mientras él sigue quedando muy pasivo delante de la tele como si  las cosas entraran por una oreja y salieran por otra. Para acabar ella se sienta en una silla poniéndose llorando de rabia por la indiferencia de su marido y seguro de cansancio.

Aquí entonces tenemos todos los componentes imprescindibles para una riña conyugal.

 

En la segunda parte el marido por fin aparece en calcetines. Rosa Montero aquí nos pinta a un hombre muy pueril. En efecto además de aparecer así en calcetines, llega en el momento en que sabe muy bien que ya no puede hacerse el sordo, y como si nada ocurriera pregunta con su voz más inocente algo muy exasperante  : ¿ Qué hay de cenar?

Pero en seguida advierte que se va a enfadar su mujer al verla hacer acopio de aire para responderle con perfidia, y sale del paso hábilmente diciéndole con “cara de pillín” que le va a preparar una ensalada estupenda.

Claro se entiende muy bien el enojo de la protagonista. En efecto no pudo preocuparse por la cena por falta de tiempo y por falta de ayuda.

Por otra parte, otra vez más la autora hace hincapié en lo infantil del hombre, en efecto la “cara de pillín” y la amabilidad con la que sabe amansar a su mujer son astucias muy conocidas por los niños y éstos usan de ellas muy a menudo para con los adultos. Hay que notar también que el especie de la supuesta ensalada que desea él  preparar para ella no corresponde al gusto de su mujer sino más bien al suyo. Pero de este modo consigue su meta, calma a su mujer y por añadiduras va a comer lo deseado dando de pensar que se esfuerza para ella. No la engaña la propuesta de su marido (porque soy idiota”) y aunque esté gruñendo  le ayuda.

Finalmente la escritora se burla tanto del hombre como de la mujer ya que aparecen totalmente opuestos. Notamos también la ironía de Rosa Montero con la metáfora del cirujano. Así el quirófano es la cocina, el cirujano es el marido y por fin la mujer es la ayudante que está bajo el mando. Ni que decir tiene que eso augura algo rocambolesco.

 

 

En la tercera parte la energía compulsiva de la mujer llama la atención del lector. En efecto la autora se vale de una acumulación de verbos de acción ( “lavo, corto, pico, casco, parto, convierto” ) para hacer hincapié en que la protagonista no puede quedarse inmóvil sin ocupación como lo hace tan bien su marido. El papel del marido es de pelar los aguacates y lo desempeña a la perfección, minuciosamente, tomando su tiempo para no fracasar en su misión. Así él sigue pelando los aguacates torpe y lentamente y la tranquilidad con la que obra claro pone muy nerviosa a la mujer desbordante de energía. Además tenemos la impresión de que no se fía de él ya que espía lo que hace  (  le miro por el rabillo del ojo”) y su furor va aumentando. Entonces la mujer sigue su actividad con más fuerza. Otra acumulación de verbos de acción intensifica dicha idea ( “saco, mondo, lavo, corto, cojo, echo, enciendo, frío, hago” ). Desde luego la descripción de la escena da una tonalidad muy cómica al pasaje por la exageración en la caricatura de la pajera, la hiperactividad de la mujer y la torpeza del hombre.

Por fin lo del aceite manchando la pechera de la blusa basta para que la mujer esté fuera de sus quicios y finalmente está que arde y le suelta la parrafada venenosa: “no sirves para nada”. Otra vez más aquí Rosa Montero se vale de una metáfora en relación con el mundo medical ( “meticulosa autopsia” ) para insistir en lo humorístico pero esta vez más bien se trata de un médico forense. Parece imprescindible hacer hincapié en el papel muy importante que desempeña la mirada en este párrafo. En efecto la comunicación sólo es visual hasta que la mujer esté harta del comportamiento de su marido y le exprese su ira.

 

 

 

 

 

Los gritos de la mujer ponen fin a la seudo ayuda del marido y anuncia el desenlace . En efecto al oír eso éste se siente muy ofendido y lo deja entrever a su mujer que se enfurece cada vez más poniéndose chillando tal una arpía. Opta él a modo de respuesta y reprobación por salir de la cocina para tumbarse de nuevo en el sofá impasible, sin decir ni una palabra, chupándose los dedos. Finalmente se vuelve a la situación inicial, él está en el sofá y ella tiene que preocuparse como todas las tardes por las tareas domésticas ( pondré la mesa como todas las noches” ). Pero desde luego se ha empeorado el ambiente ya que ambos se quedan mudos, ponen mala cara y cenarán como dos extranjeros sin decir ni una palabra.

 

 

En este fragmento Rosa Montero quiso, bajo tonalidad cómica, describir una riña conyugal. La caricatura de la pareja se halla muy acertada.

Así nos da de reflexionar acerca de la comunicación existente en una pareja y el reparto de los quehaceres domésticos hoy día. 

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