Yo miraba el piano
Este fragmento procede de la novela narrativa y
autobiográfica “Vivir para contarla”
del escritor colombiano, premio Nobel, Gabriel García
Márquez.
La obra publicada en 2002 es un relato apasionante, el autor describe su vida
y expone las memorias de su infancia y de su juventud.
Este documento recalca la pasión del niño
protagonista y pone de relieve el proyecto de dos mujeres (
una madre y una abuela) que obran para que el joven Gabriel García
Márquez no realice su vocación por la música.
Consta de tres partes el texto.
La primera parte ( L 1 –
10 ) evoca el nacimiento de la vocación por la música del niño pero también sugiere
al mismo tiempo su desencanto. El autor se vale de la preposición “hasta” para aludir al origen de su pasión ( “ hasta donde recuerdo”) y
se vale otra vez de ella para señalar su desilusión ( “ hasta la mala mañana”).
Así se nota que el joven Gabriel García Márquez empezó
a soñar con la música al oír “a los acordeoneros
con sus canciones de caminantes”. Queda el niño totalmente fascinado de
tal manera que conoce algunas canciones de memorias
Aparentemente no le gustaba mucho a su abuela tal
afición porque según ella tales canciones se
reservaban a gente de pequeño rango social ( “guachernas”)
mientras que ellos formaban parte de la burguesía.
Pero como lo confiesa, su pasión se despertó
totalmente al oír los tangos de Carlos Gardel. Este muy famoso cantante de
tango argentino fue su ídolo hasta tal punto que el niño se vestía como él, y
cualquiera ocasión era la oportunidad para “soltar un
tango a todo pecho”. Cabe notar el empleo de la frase “mi urgencia de cantar para sentirme vivo”, lo que hace
hincapié en lo vital que representa la música para el niño. Además el
vocabulario empleado en esta primera parte demuestra muy bien su exaltación : “vocación”, “fascinación”,
“contagiaron”.
Esta pasión la compartía numerosas personas (“medio mundo”) y sobre todo en Francia ya que Gardel
era muy famoso en Paris y a decir verdad el tango se convirtió en un baile “decente”
porque se bailaba en Paris.
Pero, desafortunadamente, la muerte accidental del
cantante puso un término a sus esperanzas de ser músico ( “hasta la mala mañana”).
El autor va a exponer un acontecimiento sucedido
poco tiempo antes de la muerte de su ídolo que aclara las razones de la pérdida
de sus esperanzas.
Así en una segunda parte ( L
10 – 26 ) el autor confiesa que había abandonado la idea del acordeón, “repudiado por su abuela”. Pero, claro, no había dado
la espalda a su afición. En efecto, decidió aprender el piano y lo expresó con
tanto ardor que no se atrevió su madre a contrariarlo. A decir verdad, pensaba
el niño que el piano tendría una imagen más satisfactoria para los suyos y su
diplomacia resultó aparentemente premiada. Así, la madre con la meta de no
penar a su hijo decidió llevarle con las señoritas Echeverri para que le
enseñaran tocar piano.
García Márquez revela la alegría y la impaciencia
que experimentó en aquel momento, por fin su sueño iba a realizarse. El objeto
de todos sus deseos era el piano y pataleaba al contemplar el instrumento ( “yo miraba el piano desde el otro extremo de la sala con una devoción de perro
sin dueño”). El niño era verdaderamente feliz imaginándose tocando piano : “calculaba …”, “ dudaba…”, “sería capaz…”.
Fueron “dos horas de bellas esperanzas” y de gozo pero por lástima las maestras, al cabo
de estas dos horas, les declararon que no funcionaba el piano y que no sabían
hasta cuándo. La desilusión experimentada por el niño fue inmensa como se lo
puede imaginar. La realización de su sueño se encontraba aplazada hasta que
regresara el afinador del año. Pero tanto fue aplazada dicha realización que
nunca se volvió a hablar del tema hasta cuando el niño que se había vuelto adulto
entablara conversación con su madre acerca de su vocación infantil.
Así es en la tercera parte(
L 26 – 38 ) cuando el autor revela la verdad al lector. En efecto muchos años
después se enteró de que le había engañado su madre ( “hasta media vida después”). Pero claro era demasiado
tarde para reparar la traición, sin embargo se nota el malestar y el
remordimiento de la mujer ( “ Y
lo peor” ). Trata ella de disculpar su traición confesándole a su hijo
que, si para la abuela el acordeón era un instrumento algo rústico
, el piano era para ella un instrumento algo fastidioso ( L 36 – 38 ). Argumenta
la madre diciendo que para ella había sido una verdadera tortura el aprendizaje
de la música durante cinco años en el colegio y que según ella sólo eran
tonterías los ejercicios. En realidad había
pensado que sólo era un capricho por parte de su hijo, y cuando le dijo él que
quería aprender el piano no le contrarió pensando que el tiempo le iba a quitar
las ganas.
Así no estaba dañado el piano de las maestras y se
había puesto de acuerdo la madre con ellas para decir que no lo estaba ( L 35 – 36
). Por eso quedó aplazado el aprendizaje
y en realidad nunca lo llevó otra vez su madre con las maestras para que le
enseñaran el piano.
Para concluir, se nota en el fragmento la
impotencia del niño frente al mundo adulto.
Se nota también un sentimiento de nostalgia y de
traición, incluso se hace hincapié en el paso del tiempo que no se recupera,
unos temas finalmente que se encuentran muy a menudo en los tangos.
El joven García Márquez no realizó su sueño pero a
decir la verdad nunca lo abandonó realmente.