Buscar a los
nietos
Este
documento titulado “ Buscar a los nietos” es una
entrevista de la periodista Irina Hauser realizada y
publicada en 2002.
Aquí
Irina interroga a la presidenta de la asociación civil “Abuelas de la Plaza de Mayo”. La asociación de derechos humanos fue fundada en
1977 y su finalidad es hacer frente al plan sistemático de apropiación de niños
que estaba vigente en Argentina durante la dictadura del general Videla que
duró desde 1976 hasta 1983. Su misión, hoy todavía, es, presionando a las
autoridades, localizar y restituir a los niños raptados a sus legítimas
familias.
Este
texto consta de dos partes .
En la primera parte la entrevista trata
de un caso muy concreto: el de “las dos primeras nenas”. Y a continuación, en una segunda parte, la presidenta hace hincapié en
los numerosos obstáculos con los cuales se confronta la organización la mayoría
del tiempo.
Primero
parece imprescindible notar que asesinaron a la propia hija de la presidenta y
raptaron a su nieto, nieto que sigue ella buscando después de unos 25 años. No obstante
aquí cuenta su lucha con meta de encontrar a niños desaparecidos que no forman
parte de su familia, lo que demuestra el altruismo y la pugnacidad de Estela Barnes de Carlotto. En efecto se empeña ésta cuerpo y alma en las búsquedas ( “estuve personalmente muy involucrada” L 7 , “ me tocó acompañarla” L 9). Y cuando la periodista le pide
cuál es la búsqueda que más la emocionó, contra toda previsión, no responde
ella que es la de su nieto sino la
de dos niñas del vecindario ( L 3). Desde
luego se nota la satisfacción de la mujer cuando emplea
la palabra “exclusivamente” ya que subraya ésta la
eficacia de la asociación y la legitimidad de su fundación ( L 6). Claro, como lo sugiere la presidenta, en tales casos la idea de
solidaridad es necesaria ( “ ella se apoyó mucho en mí” L
9- 10) y cuando se empieza una búsqueda varias personas se implican para
resolver el caso ( “ una secretaria de menores de La Plata” L 14, “dimos con un juez” l 6).
Y además según lo que expone ella se ha colmado la
satisfacción y se puede decir que el círculo se ha cerrado cuando el lector se
entera de que una de las dos niñas raptadas, ahora mayor de edad, se implica a
su vez en la misión de la asociación tratando de encontrar a niños
desaparecidos ( L25-26).
Cabe subrayar que a lo largo de la primera parte se adivina
la tensión sicológica por lo difícil que resulta encontrar la verdad. Y quizás de ello vengan las reticencias del juez en no decir
la verdad en seguida a la abuela, Laura Jotar : que en realidad las dos niñitas de su expediente son
indudablemente sus nietas( “ Pero
yo me daba cuenta…hablábamos”. “ Usted…ellas” L 20-21, “ y
resulta que estaban …adoptiva” L
22). Quiere cuidar el juez a la abuela, porque está realizando que no se atreve
ella en creerlo( “ Laura no
terminaba de reconocerlas” “ las veía
muy distintas” L 19-20).
Claro, es
preciso señalar que fue posible el éxito
del encuentro en parte gracias a la madre adoptiva ( “ una persona
magnifica”) porque primero aceptó
ir al despacho del juez con sus dos presumidas hijas, y luego nunca “se negó en recibir a los abuelos” ( L 23- 23).
Pero, a decir verdad, como se lo va a notar en la segunda
parte, tales casos quedan muy escasos y desgraciadamente
la conducta de la madre adoptiva no es común.
En la segunda parte el tono se hace algo más picante por
parte de la presidenta. En efecto acusa a los raptores de niños, a los
matadores de sus padres. Y desde luego éstos lo hacen todo para que los
pequeños queden cautivos de su engaño (“se escapan y los esconden” L29, “no les
permite a estos chicos recuperar su libertad”). Por añadidura la presidente subraya un problema todavía
más grave. Y es que muy a menudo cuando
los chicos se dan cuenta del delito de sus “padres falsos”, se encuentran en una situación muy delicada. En efecto es obvio que, antes que nada, lo que
más les preocupa, por “afecto por quienes los
criaron”, es que no les pase nada a esos
padres adoptivos. Y la presidenta denuncia una vez más a esos usurpadores que obran para que los
niños tengan compasión y se sientan “victimizadores”
y no víctimas ( “ Y
muchas veces estos apropiadores les pasan facturas de fidelidad y culpa” L 32-33). Ello es un escollo insalvable para la
asociación porque su misión sólo es encontrar a los chicos y lo que les pasa después
a los apropiadores ya no le incumbe, no se puede sustituir a la justicia ( “ algo que no nos compete” L
35). Y la complicación es que, claro, no le pertenece tampoco a la organización
juzgar a estos niños y decirles abiertamente que se equivocan porque tienen afecto
por unos matadores ( “eso
es uno de los temas más complicados para nosotros” L 37). En realidad todo ello
hace hincapié en que la presidenta confiesa que la asociación “Abuelas de la
Plaza de Mayo” conoce sus límites y por más que quiera se siente impotente e
incompetente ante los sentimientos totalmente comprensibles de estos niños “desaparecidos”
( “ Cómo decirles… si
sienten afectos por ellos” L 35-36-37). Sólo se
puede constatar desafortunadamente que los niños son unas víctimas sicológicas de
su propia historia y ello para siempre ( “ Todavía siguen come rehenes de una historia” L 37-38).
En resumidas cuentas, la entrevista denuncia el plan
sistemático de apropiación de niños cuando la dictadura argentina y hace
hincapié en la legitimidad y sobre todo en la necesidad de las asociaciones
tales la de “Abuelas de La Plaza de Mayo” que no vacilan en remover
Roma con Santiago ( remover cielo y tierra) para
encontrar a “los desaparecidos”. Desde luego, huelga decir que su papel
humanitario y su eficacia son inconmensurables incluso cuando los
“desaparecidos” se ciegan por amor por sus verdugos. Pero como lo sugiere la
presidenta: ¿ Qué le vamos a hacer?