Votre site de confiance pour apprendre et se perfectionner en Espagnol - Plus de 5 millions de visiteurs depuis sa création
Désormais le contenu du site est 100% gratuit suite à de nombreux plagiats de documents revendus illégalement sur le net
Cours d'espagnol - Apprendre l'Espagnol en ligne facilement - Fiches de cours - Traduction espagnol français - Commentaires et sujets du Bac Espagnol Cours d'Espagnol.com
Utilisateurs en ligne : 1    Aujourd'hui : 672    Total : 6740373     





El Abuelo




Como era el principio de las vacaciones había mucho movimiento en la gasolinera, de modo que Mariano tardó en darse cuenta. Luego lo vio ahí, de pie  junto a la puerta de los lavabos. Era un viejo alto y delgado, pulcramente vestido. Llenó Mariano los depósitos de unos cuantos coches y el viejo seguía ahí, tieso como una estaca aunque le estaba cayendo un sol africano. Mariano se enjugó las manos con un trapo y se acercó a él:

- ¿Desea usted algo?

El viejo le miró y pestañeó con aire confundido. Tenía la frente cubierta de gotitas de sudor y la calva congestionada y con manchones rojos. Sonrió.

- Quiero una coca-cola.

Acabáramos, se dijo Mariano, si no le llego a preguntar, se nos derrite. Abrió el arcón congelador, saco un bote de cola y se lo dio.

- Son 125 pesetas.

- ¿Y la pajita? - preguntó el anciano, frunciendo reprobadoramente el ceño.

- Aquí no tenemos pajitas -resopló Mariano mientras miraba las filas de acalorados automovilistas que esperaban para repostar-. ─ Son 125 pesetas.

- Yo no tomo coca-cola sin pajita - explicó el viejo con educada firmeza.

- Mire, a mí me dan lo mismo sus costumbres- gruñó Mariano, que era un hombre más bien brusco. - Usted ha abierto el bote y me lo tiene que pagar: 125 pesetas.

El anciano se irguió, digno como un duque. Le sacaba por lo menos media cabeza a Mariano, pero era todo puro pellejo y huesos, una menudencia casi transparente.

- No llevo dinero encima. Tendrá que esperar usted a que vuelva mi hijo.

- ¿Su hijo? ¿Y a dónde se ha marchado su hijo?

El viejo parpadeó; extendió el brazo y señaló alrededor, con un vago ademán en el que cabía con holgura la inmensidad del mundo. Mariano miró en torno suyo: el páramo en el que estaba instalada la gasolinera  refulgía bajo un sol infernal. Tierras desérticas y sucias, sembradas de latas y papeles. Mariano resopló haciendo acopio de paciencia y regresó a los surtidores. Se pasó un buen rato llenando depósitos y el viejo seguía ahí, con toda la solanera en la cabeza, aferrado como un poseso a su lata de cola. Y entonces, de pronto, Mariano comprendió. No era un hombre inteligente; sobre todo, no era un hombre de pensamiento rápido. Pero al fin comprendió. Se puso tan nervioso que derramó parte del combustible por el suelo y dejó un automóvil a medio servir. Corrió hacia el anciano:

-¿Cómo es su hijo?

El viejo dio un respingo y le miró con cara de susto.

-¿Y cómo es el coche? Porque venían ustedes en coche, ¿no? - insistió angustiado.

Y entonces a trompicones, el anciano confirmó sus sospechas. Sí, el coche era rojo; sí, iba con el nieto y con la nuera. Sí, él había entrado a los retretes y...

Mariano se pasó la manaza por la cara. Que le tuviera que ocurrir a él. A finales de julio. Con el trabajo que había. Con el calor que hacía. Y tener que hacerse cargo de un viejo chocho. Le miró con inquina por el rabillo del ojo. Ahí estaba, sudoroso y purpúreo, achicharrado. Ahora, sólo faltaba que el anciano la palmara de una insolación. Mariano rugió bajito, limpió con un trapo la banqueta y la puso en la sombra, pegada a la pared de la oficina.

- Venga. Siéntese ahí - gruñó.

El viejo obedeció dócilmente y se dejó caer en la banqueta con un suspiro de alivio. Se mantenía muy serio y erguido, sujetando con toda majestad su coca-cola intacta. Mariano mandó al chico que telefoneara a la Guardia Civil para que vinieran a recogerle.

 

 Rosa Montero, El País, 29/07/1990




Plan du site | Services | Nos vidéos | Ressources | Contactez-nous

2006 - 2020 © Cours d'Espagnol.com