El capitán
Samaritano
Este
documento que se titula “ El capitán Samaritano” fue
escrito por el premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez en la novela publicada
en 1985 : El amor en los tiempos de cólera. Esta novela de amor y sobre el paso del tiempo cuenta
la vida de tres personajes a principios del siglo XX en una ciudad colombiana a
orillas del río Magdalena. Fermina Daza y Florentino Ariza son dos enamorados juveniles que se separan. La mujer
se casa y unos cincuenta años después cuando fallece su marido, Florentino, en el umbral de la vejez, vuelve a la vida de Fermina
y le propone un viaje por el río Magdalena a bordo del buque del capitán
Samaritano.
El
presente pasaje describe el viaje de los protagonistas evidenciando la
nostalgia que se apodera de ellos. Y al igual que sus vidas, la vida del río
Magdalena parece llegar al cabo de su existencia.
Tres
son los personajes : Florentino Ariza,
Fermina Daza y el capitán Samaritano; el
texto consta de dos partes .
Primero
se hace un balance muy amargo de todo lo destruido por el hombre a través de
los recuerdos de Florentino y del capitán Samaritano.
Luego, la segunda parte se dedica al defensor del río Magdalena
: el capitán Samaritano.
Parece
imprescindible señalar el tiempo de los verbos : el pluscuamperfecto
que subraya el aspecto pasado de lo descrito refiriéndose a un período remoto
de la vida de los protagonistas.
En
la parte que introduce el texto( L1-5) ya se puede
notar la lentitud del río Magdalena ( “ Navegaban muy
despacio”, “ lentas”) y esta flema se
notará a lo largo del pasaje haciendo hincapié en la progresiva ruina de un
entorno ayer muy fértil. Así desde el principio, se constata que el río
Magdalena queda sin caudal ( “lentas
y diáfanas”) tal un arroyo y Fermina Daza comprueba que se ha vuelto un
delta sin ecosistema “poblado de islas de arena”. Se está agotando el río.
En
la primera parte, tanto los recuerdos del
capitán Samaritano como los de Florentino expresan su añoranza ( “Es lo poco que nos va quedando
del río”, “ era sólo una ilusión de la memoria”).
No reconoce Florentino el río Padre de
la Magdalena ( L9), porque por una parte se hace
difícil la navegación ( “ la navegación se hizo mas
difícil” L 8) y por otra parte porque ha desaparecido “la selva enmarañada de árboles colosales” ( L12).
Además ya no se ven los animales de sus recuerdos, en efecto los caimanes, los
loros, los micos y los manatíes han desaparecido también. Poco a poco se apodera de la naturaleza el
desastre y lo subraya muy bien el empleo del gerundio ( “nos va quedando” L6, “ habían
ido muriendo” L 17); la muerte parece ineluctable.
Cabe
notar la amargura de Florentino Ariza porque nunca Fermina asistirá al espectáculo ofrecido
por los años felices en los que viajar por el río era una aventura ( “ Fermina Daza no vería los
animales de sus sueños” L 13). Se está secando el río y agoniza, lo cual
tiene, por supuesto, unas consecuencias muy devastadoras para la humanidad, la
flora y la fauna.
El
capitán Samaritano explica que sólo unos cincuenta años fueron suficientes para
acabar con el río y su agonía la debe a unos hombres que talaron irracional y
excesivamente la selva para las calderas de los buques(
L 11-12). Selva tan lujuriante antes que en su primer viaje Florentino “sintió como una opresión” ( L 13).
Explica
también que la crueldad humana acabó con los animales en unas matanzas sin ton
ni son y ahora ya no hay vida a orillas
del río ( “ habían exterminado”,
“se habían ido muriendo”). Incluso asesinaron “los cazadores de placer” los animales emblemáticos del
río Magdalena, los manatíes, unos animales inofensivos que simbolizan finalmente todas las especies amenazadas por
la estupidez humana.
García
Márquez, valiéndose de una anécdota, dedica la segunda parte del pasaje al
capitán Samaritano y a su combate contra la exterminación de los manatíes. Antes
todo, cabe señalar que el nombre dado al personaje se refiere al personaje muy emblemático
de la biblia que es una persona muy generosa, caritativa y servil. En este
pasaje, nuestro capitán Samaritano, además de llamarse como él, se parece mucho
al personaje bíblico. Así le conmovió mucho al capitán Samaritano que
exterminaran los manatíes porque les tenía un afecto casi maternal ( L21). Y a pesar de la reglamentación, parece que era
costumbre disparar a los manatíes que tomaban el sol en los playones desde la
borda de los buques, y él siempre se opuso a estas prácticas y las prohibió a
bordo de su buque ( L21-22-23).
Así
luchó intentando salvar los pacíficos y mansos manatíes de una muerte cruel y
cierta. Aparece éste como uno de los últimos defensores del río. En efecto,
libró un combate muy valiente y no vaciló en utilizar todos los medios como lo
señala la anécdota. En efecto algún día un cazador transgredió su ley y mató
una madre de manatí dejando a una cría enloquecida y huérfana ( L 23-24-25-26-27). Se preocupó el capitán por la cría y “ dejó al cazador
abandonado en el playón” ( L 30). Pero desafortunadamente, parece que
era un arduo combate perdido de antemano, porque, desde luego no tuvo el apoyo
de las autoridades que no vacilaron en encarcelarle seis meses por haber
castigado al desobediente cazador dejándole en las orillas del río al lado del
cuerpo sin vida de su pobre víctima. Las respuestas diplomáticas no asustaron
al capitán y prometió que lo haría otra vez si necesario.
Parece
importante insistir otra vez más en el empleo del pluscuamperfecto que subraya
que la anécdota forma parte también del pasado, sólo parece ser un recuerdo, un
episodio remoto en la vida del capitán. Lo que hace hincapié todavía más en su nostalgia.
Para
concluir, en este pasaje García Márquez quiso denunciar a los responsables de
la casi “muerte” del río Magdalena. En efecto, acusa el sistema de vida de los
humanos que causó la deforestación de la selva amazona, su crueldad que provocó
la desaparición de numerosas especies animales.
Sin
embargo alaba a los que luchan como el capitán que no quieren hacer la vista
gorda y lo hacen todo para acabar con esta catástrofe .