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Desaparecido « Hace siete meses que me encontré. Antes
estaba desaparecido”, anuncia Gabriel Matías Cevasco,
quien descubrió recién el 25 de octubre del año pasado que ése era su verdadero
nombre. En sus primeros 24 años se llamó, lo llamaban, Ramiro Hernán Duarte. A fines de los sesenta su mamá, María Delia Leiva,
trabajaba en una fábrica textil en San Martín, provincia de Buenos Aires. Una
tarde, a la salida del trabajo, María Delia ─ 28 años ─ y Gabriel
Matías ─ de 3 meses ─ fueron
secuestrados por un grupo de civiles, que se identificaron como policías, en la
parada del colectivo. Fue el 11 de enero de 1977. Un mes después, una mujer policía entregó a Gabriel
a una familia de Pergamino. “Me contaron que la mujer me decía Carlitos. Dicen que ella misma quería quedarse conmigo,
pero no podía por trabajo. Así que al principio mis padres adoptivos creyeron
que yo no tenía familia, que mis verdaderos padres estaban muertos.” El nombre
es una de las tantas marcas que la dictadura intentó borrarle a Gabriel. Pero las marcas no se borran. “A los 17 años, mientras mirábamos en la tele un
programa sobre los hijos adoptivos, mis padres me dijeron que yo era hijo del
corazón. Ese día mis dudas se confirmaron. Durante tiempo no dije ni pregunté
nada. A los 17 años empecé a averiguar algunas cosas y me
enteré de los desaparecidos, de la dictadura y tuve en cuenta que había nacido
en esa época.” Gabriel nació el 14 de octubre de 1976 en la Capital
Federal. Sus padres adoptivos lo anotaron como propio el 13 de febrero de 1977. “A los 17 años empecé a darme cuenta de que no era
una adopción legal. Ahí me surgió el deseo de buscar. Antes no había querido
por mi familia. Tenía miedo de que los metieran presos por anotarme como hijo
propio sin serlo.” “Un día leí en el diario que la Comisión Nacional por
el Derecho a la Identidad tenía acceso a un banco genético de datos. Después,
pasaron unos años hasta que me decidí, y para eso me ayudó Mariela, mi mujer.
Un día fuimos, les conté lo que sabía y me dieron un turno para que fuera al
Hospital Durand. Mis padres adoptivos estaban de
acuerdo, pero con el miedo de perder esa exclusividad de ser mis padres.” “El 25 de octubre del año pasado ─ recuerda
Gabriel ─ me avisaron que tenían buenas noticias. Me mostraron una foto
mía bebé, me dijeron que mi papá vivía y que me había estado buscando.” Su caso es casi una excepción en el plan sistemático
de aniquilación da la dictadura militar: a su padre no lo secuestraron y estuvo
durante 24 años buscando a su hijo, sin suerte, hasta hace siete meses. “También me enteré de que estaba la hermana de mi
mamá, Adriana, buscándome. Llegado el momento me dio miedo el encuentro, pero a
la vez no quise demorarlo. Ese día se terminó me historia de desaparecido.
Porque yo estaba desaparecido.” Viva, La
Revista de Clarín, 2001 |
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