Este país no es el mío
Este país no es el mió pero me gusta
bastante. No sé si me gusta más o menos que mi país. Vine muy chiquita y no me
acuerdo de cómo era. Una de las diferencias es que en mi país hay cabayos y aquí en cambio hay cabaios.
Pero todos relinchan. Las vacas mugen y las ranas croan.
Este país es más grande que el mío sobre todo
porque el mío es chiquitísimo. En este país viven mi
abuelo Rafael y mi mami Graciela. Y también otros
millones. Es muy agradable saber que una vive en un país con muchos millones.
Cuando Graciela me lleva al Centro, pasan montones de gente por la calle. Es
tanta tanta tanta gente la
que pasa que me parece que ya debo conocer a todos los millones de este país.
Los domingos las calles están casi vacías y
yo preguntó dónde se habrán metido todos los millones que vi el viernes. Mi
abuelo Rafael dice que los domingos la gente se queda en su casa a descansar.
Descansar quiere decir dormir.
En este país se duerme mucho. Sobre todo los
domingos porque son muchos millones los que duermen. Si cada uno que duerme
ronca nueve veces por hora (mi mami ronca catorce
veces) quiere decir que cada millón de habitantes ronca nueve millones de veces
por hora. O sea que cunden los ronquidos.
Yo a veces cuando duermo me pongo a soñar. Casi
siempre sueño con este país, pero algunas veces sueño con el país mío. Graciela
dice que no puede ser porque yo no puedo acordarme de mi país. Pero cuando
sueño sí me acuerdo, aunque Graciela diga que yo hago trampa.
Entonces sueño que me papá me lleva de la
mano a Villa Dolores que es el nombre del zoológico. Y me compra manises para que les dé a los monos y esos monos no son los
del zoológico de aquí porque a éstos los conozco muy bien y también a sus
esposas y a sus hijos. Los monos de mis sueños son los de villa Doores y mi papá me dice ves Beatriz esos barrones, asé
también vivo yo. Entonces me despierto llorando en este país y Graciela tiene
que venir a decirme pero mijita si es sólo un sueño.
Yo digo que es una lastima que entre los
millones de gentes que hay en este país no esté por ejemplo mi papá.
Mario Benedetti, Primavera con una esquina rota, 1982
|